La máquina dickiana

Título extraño, exagerado, incoherente si tomamos en cuenta que una de las temáticas más recurrentes en la obra de Dick, era precisamente encontrar la la manera de diferenciar, en un probable futuro donde la ciencia o la tecnología hubieran creado al perfecto androide, al hombre de la máquina.
      Las diferencias obviamente tendrían que ir más allá de lo que alcanza a distinguir el ojo humano… Y es precisamente esta temática la que más se ha explotado a nivel cinematográfico. Es ésta la que los cinéfilos reconocen como dickiana sin más.
      Blade Runner, sin ir más lejos, esa película de Ridley Scott que ha vuelto a conocer una novísima reedición en este año, fundamenta su conflicto en este dilema que junto con la pregunta ¿qué es la realidad?, llena la obra de Philip Kendric Dick, ese autor desaparecido hace 25 años y que hoy cumpliría 79 (16 de diciembre de 2007) .
      Y es ese simple hecho el que motiva este post rezagado, este post que debió escribirse en paralelo al de Lobosector y que sólo se concreta a estas horas tardías, como necesidad de seguir celebrando la llegada a este mundo de uno de esos escritores que logran transformarse en influencia, máquina de inspiración incesante.
      Sus novelas son ríos de vertientes múltiples que nunca acabas de rastrear en una sola lectura y cada vez que un nuevo desierto en el horizonte literario amenaza con hundirme en depresiones, las relecturas de su obra se transforman en un rescate seguro. Decir que siempre fue así, sería una exageración. Dick me resultó cautivante con el primer cuento, con El Impostor (y sí, el cuento fue adaptado a la pantalla grande con el mismo título; dirigida por Gary Fleder y protagonizada por Gary Sinise, Madeleine Stowe y Vincent D’Onofrio. El DVD incluye el proyecto original, es decir el cortometraje, que, creanme, es muy superior a la película exhibida en cines. El cuento también está en La Página Preservadora), pero al intentar la lectura de una primera novela, la cosa no fue semejante. Mi primer intento, en esos lejanos días de 1982 u 83, fue guiado por la portada (y un ensayo de Taibo II que publicamos en la versión de La langosta Se Ha Posado para internet) y no era la más adecuada para esos tiempos mozos de ánimos aventureros. La obra era La Penúltima Verdad y sólo la recomendaría como inicio a Dick a lectores maduros. La novela trata sobre una sociedad que vive en bunkers y cree, es guiada a creer por los mass media que la guerra continúa en la superficie; esa que sólo habitan los aristócratas en un despliegue de ostentaciones que he de confesar no me inspiraba en aquellos días.
      Dick se volvió dieta indispensable para mí con la lectura, en 1987, de Ubik. A partir de ese instante, de ese libro que contenía la dosis exacta de todo lo que yo precisaba, Dick se volvió referencia obligada para mí. Y lo sigue siendo… Por no sé cuanto más… Dick escribía con una obsesividad que parecía dejar atrás toda clase de miedos. Para muestra, este botón:
Entrevistador: ¿Desde hace cuánto tiempo has estado escribiendo antes de vender tu primera historia?
Dick: Desde que pude operar una máquina de escribir, que fue cuando tenía doce. Escribí mi primera novela cuando tenía catorce (…)
Entrevistador: ¿Y qué hay de tus hábitos de trabajo?
Dick: Bueno, suelo escribir todo el tiempo. Suelo levantarme a medio día y sentarme frente a la máquina y escribir hasta las dos a.m. Tienes que hacer eso cuando empiezas o mueres en la línea. Quiero decir, vas a vivir con dos mil dólares al año, y vas a comer piedras y porquería y hierbas del patio trasero por los primeros diez años. Después de los primeros diez años, tienes para comer desayunos instantáneos. Y luego trabajas tu camino de ascenso y ya eres lo suficientemente rico para conectar un teléfono y comprar un viejo automóvil.
Entrevistador: ¿No suena eso a Kilgore Trout?
Dick: Sí, ¿no? Tienes que manejar en una vieja carcacha a la que le das cuerda cada mañana. Y luego de veinticinco años, te las arreglas para conseguir un Dodge usado. Te cuesta 79.95 dolares, pero el radio no funciona. (…)
Entrevistador: ¿Empiezas a decirte, “¿Qué diablos? ¿Por qué estoy exprimiéndome los sesos por dos mil al año? ¿Por cuatro o incluso diez mil?
Dick: Amo escribir. Escribiría si no me pagaran nada, sin embargo tengo un agente que no está de acuerdo conmigo. Yo no cotizo mis propias cosas… Las vendo a través de el más duro, malvado tipo del mundo, Scott Meredith. Y no puedes timarlo…
      El texto fue tomado y traducido de The Mainstream That Through the Ghetto Flows. An Interview with Philip K. Dick, consultable en: Philip K. dick Fans. Sobra decir que es más, mucho más largo que lo aquí presentado, cuya única otra función es exponer esa otra fuente de inspiración que ha significado para este bloguero, ese ejemplo de constancia, de mantenerse en la línea pese a la adversidad monetaria que significa ser escritor en un país como México (y aún en EEUU, como lo muestra Dick).
      Sobre sus procesos de escritura, también es posible encontrar en la red una entrevista con una de sus ex-esposas. Aquí apenas un fragmento:
Annie: ¿Cualquier otra cosa que recuerdes sobre su proceso de escritura?
Tessa: Justo después de El hombre en el castillo (más tarde en la conversación Tessa explica que esta novela fue escrita en su máquina Hermes Portátil), él escribió seis novelas en seis semanas porque sabía que iba a ganar el premio Hugo (por El hombre en el castillo) y quería volverlo dinero de manera rápida porque estaba en banca rota. Cuando estaba conmigo, escribió Una mirada a la oscuridad en dos semanas. Pero gastamos tres años reescribiéndola…
      La entrevista es mucho más ilustrativa en su versión completa: About Philip K. Dick: An interview with Tessa, Chris, and Ranea Dick, by Annie Knight. Aparece aquí como ilustración de su capacidad de producción, sólo con máquina de escribir.
Dick en este sentido no era ajeno al culto a las máquinas de escribir y aunque en esta entrevista se habla de una máquina mecánica, sus favoritas eran las eléctricas. En su conferencia de 1972, The Android and The Human, Dick aseguraba:
Estamos siendo gradualmente mezlados en la homogeneidad con nuestras construcciones mecánicas, paso a paso, mes a mes hasta que quizá llegue el tiempo cuando un escritor, por ejemplo, no dejará de escribir porque alguien desconectó su máquina de escribir eléctrica, sino porque alguien lo desconectó a él. Pero hay ahora chicos que no pueden ser desconectados porque ningún cable eléctrico los vincula a ninguna fuente externa de poder. Sus corazones laten con un interno, privado significado. La energía no proviene de un pacificador, proviene de un terca, casi absurdamente perversa negativa a ser “desechados”, esto es, absorbidos por los slogans, la ideología –de hecho por cualquiera y todas las ideologías mismas, de cualquier clase– que los reduciría a instrumentos de causas abstractas, incluso “buenas”.
      Si Dick viviera hoy y visitara la red… Si Dick tuviera una PC, una Mac, me pregunto qué haría… Permitiría ser absorbido por el vortice de datos de esta telaraña digital o se sometería a un régimen idéntico… No lo sé. Ni siquiera imagino que opinaría de los chicos de hoy… O de lo que pueda imaginar, no tiene la culpa él.
      Dick era un visionario. Un escritor nato. Dick escribía con música de Brahms, audífonos y anfetaminas. Escribía a velocidad increíble. De Dick nos quedan sus novelas, sus entrevistas, sus ejemplos. Incluso una foto de su Olympia SG3 . (Agregado 2009, arrastré la foto desde www.philipkdick.com).
      Nos queda este día, cada año, para celebrar su llegada con lecturas y relecturas… Con homenajes, pequeños, amplios, grandilocuentes, honestos… qué sé yo…

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