Más Dick

Y este post es en realidad para subsanar un adeudo nunca expresado. Ese 16 de diciembre pretendía postear también un wallpaper de Dick en estas pantallas. Empecé esa noche a realizarlo y dos días más tarde lo terminé.
      Como en el caso de Burroughs esta imagen es una especie de collage digital, manipulado de múltiples formas. Es este y sólo está disponible a la tradicional resolución de 1024 x 768 (agregado 2009; en realidad está ahora en una resolución proporcional de 1280, para que la corten o adapten a sus requerimientos):


      En estos días, precisamente, he releído algunas obras de Dick. Laberinto de muerte fue uno de los escasos textos que leí en el idioma original. Y quedaba la curiosidad de probar esa experiencia en español. De alguna manera era enfrentar algo no leído… Fue increible descubrir cuanto había olvidado, cuanto recordaba de esta novela a nivel inconsciente… es decir, a veces hay escenas, paisajes que te vienen a la memoria y no logras ubicar su origen… Después de esa novela, me puse a leer el quinto tomo de sus cuentos completos… Y no estaba satisfecho…
      Empecé a releer, ahora en el tomo publicado por minotauro, Lotería Solar, la primera novela de Phil… Una que originalmente me traje en fotocopias desde Argentina, gracias a la gentileza de Luis Pestarini, a quien no le importó lo que pudiera pasarle al libro de editorial Cenit en el fotocopiado. Durante esa relectura, lentamente fui recordando cuanto me había ayudado este texto en la escritura de mi primera novela. Quizá hace falta explicar un poco…
      Cuando uno empieza a escribir, existe esa curiosa inquietud de no saber si uno lo está haciendo de manera adecuada… Más tarde, ese síndrome de inseguridad se agudiza con la entrada al estudio de las letras y el choque conceptual, ineludible, que se tiene con académicos que hablan y hablan sobre literatura, más allá de lo meramente histórico, lo meramente didáctico y se arriesgan a declarar máximas sobre lo que una obra debe y no debe contener, pese a que ellos jamás hayan escrito una…
      El caso es que, como tantos otros, como la misma Anja lo mencionara en su blog del motor, una falsa idea de perfeccionismo se va acendrando en ti y va confeccionando a tu alrededor un bloqueo efectivo a tu creatividad… Desde que empecé a escribir, mi idea era hacer novela. Los cuentos llegaron por necesidad. Y luego de siete años de haber decidido mi senda autoral, aún no conseguía terminar una obra de largo aliento. Había tirado ya dos obras a la basura. Una que no pasó de la página 30. La otra, llegó hasta la 175… sin conseguir nada…
      Y en septiembre de 1991, visité Argentina, asistí a la Consur I y allí, con Pestarini, conseguí la muy buscada primera novela de Dick. La leí hasta México y en sus páginas, descubrí una frescura, una diferencia fundamental con el Dick que me sigue volviendo loco. Y ahí, en ese pequeño espacio de diferencia narrativa entre Lotería solar y Ubik, encontré el espacio de justificación para ponerme a escribir mi novela. Lo encontré conceptualmente. Ya no pretendía escribir la obra maestra de la novelistica de una sentada. Pero aún hacía falta valor.
      Ese lo encontré con la indignación que la adaptación fílmica de cierta obra ganadora de un pulitzer me produjera. Intenté leer el original. Salí tan o más asqueado, antes de acabarla. Y viajé en esos días a Monterrey y la última pieza del rompecabezas cayó en su sitio. A mi regreso de Monterrey al DF, en una Macintosh Clasic, en una noche escribí diez cuartillas de una sentada de La Primera Calle de la Soledad. Tres meses después, en una PC AT, armada, en una Letrera 32, terminé la novela… Esa que quizá sigue siendo el mayor distintivo de mi obra…
      Cuando empecé este post, hablaba de un adeudo a ustedes. De ese wallpaper de Dick. Ahora que termino este post, descubro el otro adeudo al personaje central de este post. El adeudo reiterado a Dick, en un momento crucial para mi narrativa. En el momento mismo en que escribo esto.
      Y parafraseando a López Moctezuma, en su programa de Jazz en Rock 101, cuando recordaba a Cortázar, no queda más que decir: Saludos, Phil, donde quiera que estés…

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